jueves, 19 de junio de 2008

TÚ EN MÍ, YO EN TI

El sol reluce altanero con gran poderío, ofrece a la mañana que apenas abre sus ojos radiante luminosidad, alegría contagiosa y vigor latente. Trinan jubilosos los pájaros alardeando su preciada libertad, revolotean incesantes de rama en rama brindando contento a los frondosos árboles de cuyas verdes y frescas hojas caen cristalinas gotas de rocío. Se oye a lo lejos el inocente júbilo de niños gozosos que juegan incansables en el parque, corren tras una pelota emulando a sus ídolos futbolísticos. Las hermosas flores que aderezan las calles desprenden su embriagador aroma, regalan sus alegres colores a la vista de los transeúntes; belleza inusitada a la que, ni siquiera, las trabajadoras abejas, tan acérrimas a su labor, pueden evitar sucumbir.
Paradójicamente, tras una ventana se oye un lamento, el corazón loco de un muchacho llora desconsolado, yermo de amor. Busca desesperado una mirada cómplice que le ofrezca aliento y sentido a su incierto caminar, busca una delicada sonrisa que le devuelva raudo a la vida; aquella que pierde paulatinamente en fría soledad, ajeno a la belleza que lo rodea, distante a los sentimientos que enarbolan el alma. No conoció su cuerpo el roce tierno de la suave piel de una mujer, no recibió caricia alguna de tan bello ser; estéril de cariño, de afecto compartido, clama al cielo su infortunio. Solloza su corazón triste por no ser correspondido, por no conocer jamás el amor verdadero; abatido perece sin remedio, se ahoga en su lamento, gime sin descanso...
Confundido con las campanadas de la iglesia que entonan su apacible melodía, se distingue levemente un melancólico suspiro. Es el decaído corazón de una muchacha que expresa su tristeza sumida en su desdicha, inerme y sola. Caen desgarradoras lágrimas por sus tersas mejillas como afiladas cuchillas que afligen hiriente su alma vacía. Sucumbe su corazón maltrecho a la pena, a la amarga soledad; mustio queda sin consuelo anhelando un sentimiento que nunca llegó a experimentar, aquel por el que el mundo gira a pesar de todo... por el amor. Sus gélidos labios nunca sintieron la dulce sensación de un beso, no probó de labios de un hombre la miel de la pasión; aquella que deleitosamente seduce su alma, su cuerpo, su mente. Taciturna muchacha que siente como la flor de su corazón se marchita, que espera a un jardinero presuroso y dispuesto que no acaba de llegar y que, por tan cruel destino, ve como las agujas del reloj agotan inevitablemente el tiempo que le queda...
Tenebrosa noche se cierne en el pueblo, apenas se deja ver la luna entre las densas nubes, las estrellas se ocultan en la lúgubre oscuridad que se apodera de cada rincón. Arrecia copiosa la lluvia, las frágiles ramas de los árboles casi no soportan su fuerza; la tormenta azota todo cuanto afronta su paso, enojado el clima acaba virulento con la paz del lugar. No pueden ya soportar los frágiles pétalos de las flores tan fuertes sacudidas, se desploman resignadas al frío suelo; allí donde recorrerán su último camino, sin un cierto destino, arrastradas por la enérgica corriente de agua que cae calle abajo. No juegan los inocentes niños, ni salen mayores a divertirse; rompe la oscuridad los rayos que se dibujan en el negro cielo, los ensordecedores truenos desafían la calma. La tristeza eclipsa los sentimientos opuestos, se apodera ineludiblemente del pueblo, el ambiente se torna tenso y desolador.
Contradictoriamente, ante tanto estrépito clama un intenso sonido, provienen de dos cuerpos distintos aunque suenan al unísono tal como si fuera solo uno; no es sombrío, a pesar de lo que se pudiera presuponer, sino resuena a esperanza, a alegría, a amor, tal vez. Sí, es inconfundible, el sonido no es más que los latidos de dos corazones que armónicamente palpitan con brío por amor que los une. Es el corazón loco de un muchacho que dejó de llorar porque encontró una mirada cómplice, una delicada sonrisa; es el latir potente de un ser enamorado que grita al cielo su alegría. Es el corazón decaído de una muchacha que ha dejado de suspirar, pues al fin sus gélidos labios probaron de labios de su amado la miel de la pasión, que encontró al jardinero que regaría la flor de su corazón; es el recio latido de un ser enamorado que clama a los cuatro vientos su suerte. Juntos retan al temporal, afrontan las adversidades que se les presentan, desafían al tiempo que transcurre su camino paso a paso, sin remisión... juntos logran dar sentido a sus vidas, enderezan el rumbo de sus destinos; ya no son dos, sino uno...

Hay en lo positivo, algo negativo; y en lo negativo, algo positivo... dice la teoría del Ying-Yang.
Nada más cierto, pues. No queda más que buscar y valorar lo positivo que podemos encontrar en todo aquello negativo cuanto nos acontece; sin olvidar que, aunque todo sea positivo, debemos estar precavidos a lo negativo que pueda acaecer.

Datrebil

1 comentario:

Anónimo dijo...

Hola amigo, una entrada muy bonita y muy tierna. He observado que las colgado a las cinco de la mañana, eso es amor!, no la tienes en la noche, pero no dejas de recordarla.Un beso. Hades