sábado, 19 de julio de 2008

LLAVE DE MI CORAZÓN

El reloj de la paciencia consume sus horas, despierta de su letargo la angustia y el desconcierto. Confundido por cien razones, buscando una respuesta... me hallo perdido en falsas ilusiones.
Se lleva el viento del olvido aquellas expectativas que un día crearon dos corazones jóvenes e inocentes confiados en que el camino a seguir sería plácido y sencillo; se desvanecen paulatinamente los lazos que los unen, vuelan sus esperanzas destrozadas en mil pedazos.
El paso ruin del tiempo marca nuestro destino, por momentos más alejados. Días que mueren en la oscuridad de la noche plenos de tristeza y desasosiego, motivo de lamentos y suspiros que no encuentran alivio en el páramo del desvelo... Frías noches que perecen al alba de la mañana colmadas de soledad y resignación, se apaga la llama de la pasión, se disipa la luz del amor... Atrás quedaron dulces sueños, anhelos con entusiasmo forjados... diluidos por el mar de la rutina, arma iracunda que incontestablemente fulmina ánimos y convicciones.
Miro al suelo apesadumbrado en busca de una señal que levante mi mirar, única esperanza que me ha de quedar... A mi lado, inseparable y fiel, mi pálida sombra, compañera de fatiga, confidente silenciosa, sigue mis pasos errantes por el sendero del desamor... Rompe su marcada silueta el paso fugaz de un espectro sombrío que los rayos del sol dibujan en el piso, torno mi mirada al cielo y advierto el vuelo de una paloma que en su pico una rosa porta... ¿no es más que el indicio que añoraba? Quizá, no lo sé...
Si eres tú, bella paloma, la llave que ha de abrir mi corazón, no esperes más... clava la rosa en mi pecho ya que de ella brotará el deseo más hermoso... arráncame el alma de una vez... dame muerte de amor, pues sin amor ya muero... Y si lloras, aunque yo no lo quiera, sin estar ahí, estaré contigo... en cada lágrima derramada...

Datrebil

miércoles, 16 de julio de 2008

EL ESPEJO DEL ALMA

Quisiera cambiar los aciagos sucesos que ocurrieron en tu vida y que marcaron el transcurso de cada día llenándolos de desánimo y confusión... pero no puedo, por mucho que lo intento. Mis palabras no lo consiguen, tampoco mi apoyo... se apaga mi alma con la tristeza de tu mirada...
Dicen que los ojos son el espejo del alma... y no mienten... Aún así, no toda la gente puede ver cuánto expresan, ya que no sólo basta mirar a los ojos para ver más allá... hay que sentir la mirada... hacerla tuya... sólo así se puede ver a través de los ojos...
Yo puedo ver en los tuyos cuánto eres, puedo distinguir tu gran corazón envuelto en un ligero velo de confusión, puedo apreciar la timidez y sensibilidad que cubre aparentemente la dureza exterior que presumes... Reflejan tanto tus bellos ojos... son tan transparentes... capricho de su desnudez...
Pretende mi alma llegar a la tuya a través de tus luceros, pues aquello que ve en ellos la hacen estremecer... trata de prestarle su ayuda para sacarla de esa sombría tristeza que la apaga poco a poco... intenta indicarle el camino hacia la luz de la esperanza, de la alegría... mas no termina de llegar, tu alma se aferra a la desconfianza, a la desesperación que la tiene aturdida... que te tiene a ti confundida... Puedes contar conmigo, con la mano de ese amigo que siempre estará contigo...
Devuélveles la luz a tus ojos, amiga, que no dejen de brillar... hay en tu interior tanta belleza por demostrar, hay tanto entusiasmo por regalar... que no lo puedes olvidar... Es el momento de creértelo, de valorarte como debes... eres especial... y debe saberlo todo el mundo... grítalo sin tapujos, clámalo a los cuatro vientos... que no se apague la luz de tus ojos, niña, no lo permitas... pues mi alma se apagará con ellos...
Me encantaría quererte un poco menos... pero no puedo...

Datrebil

martes, 15 de julio de 2008

ÁNGEL DE LA GUARDA

Dicen por ahí, y no sé cuánto hay de cierto, que todos tenemos un ángel de la guarda que siempre va con nosotros y nos protege.
Hay ocasiones en las que los acontecimientos que me suceden me hacen creer que, efectivamente, debo tener un ángel de la guarda que me ayuda. Quizá porque se solucionó un problema difícilmente solucionable, tal vez porque incomprensiblemente ocurrió algo que evitó una situación peligrosa, o porque interiormente se siente alguna señal que te indica la mejor opción ante una complicada decisión... Así infinidad de motivos y circunstancias que de alguna manera te llevan a pensar que realmente puedan existir, aunque uno conscientemente sepa que no es posible. Aún así, necesitamos, a veces, creer en lo increíble para sentirnos bien anímicamente, ya sea con nosotros mismos como con la vida que nos tocó vivir. Yo creo en ellos...
Incluso, en algún momento he pensado que ese ángel de la guarda no debe ser espiritual o volátil, sino que es, sin saberlo él mismo, aquella persona que se ofrece a ti desinteresadamente y tiende su mano voluntariosamente.
De este modo te veo a ti, amiga mía, como mi ángel de la guarda. Sin conocimiento de causa, te conviertes en el bálsamo que cura mis heridas, tu presencia es el pañuelo que seca mis lágrimas, el último aliento para seguir adelante es tu sonrisa... eres la luz que guía mi errante vida. Una simple palabra, un gesto quizá, una sola mirada basta para olvidar cuán sinuoso fue el camino recorrido y será el que aún nos queda por transitar transformando las duras piedras del angosto sendero en sutiles pétalos de rosa fresca por los que se podría pasear descalzos placenteramente sin miedo a sentir dolor alguno. Dichoso me siento a tu lado, cobijado en el cálido remanso que crean tus sedosas alas logrando, incluso, parar el tiempo y hacerlo mío, eterno instante, anhelo logrado...
Me he preguntado muchas veces, quién sería, en cambio, tu ángel de la guarda, amiga del alma, aquel que cuida de ti y conduce tu destino con buen tino... Ofrecería mi vida, sin pensarlo, por ser yo el afortunado, si requisito para ello fuera necesario y aún sin serlo. No sería más feliz si me vieras como ese ser alado que custodia tu suerte en esta ardua labor que no es más que vivir. Siempre leal, entregado a ti...
Ser tu abnegado confidente, como lo es el dulce elfo para el ángel alado que muere por ti, oído de tus penas, pañuelo de tus lágrimas, almohada de tus sueños... es mi contento, mi alimento...
Tal vez no creas en ángeles de la guarda, ni en elfos y hadas, posiblemente pienses que estoy loco o que desvaría mi razón; mas te aseguro, mi alma amiga, que existen a tu alrededor y los puedes ver... no son más que tus amigos, esos que, aunque no lo parezca, te aprecian, te quieren...
Tú, mi ángel de la guarda... yo, tu ángel alado...

Datrebil

jueves, 10 de julio de 2008

UN ENCUENTRO SOÑADO

Caía la tarde, se perdía en el mar un cielo teñido de cálidos naranjas y rojos, bello tapiz se extendía desde el horizonte hasta la infinidad del firmamento. Las suaves olas azuladas contrastaban con la amalgama de color de tan hermoso atardecer, efímero cuadro que da paso a la noche.
Un muchacho, vestido de blanco inmaculado, baja hacia la orilla de la playa con una botella de Lambrusco, en una mano, y dos copas de fino cristal, en la otra. Lleva la camisa entreabierta, pareciera dejar escapar su corazón para que vuele libre como lo hacen los pájaros, como la cometa que se deshace de las prisioneras manos del niño que juega en la playa; o, quizá, la llevara desabotonada para aliviar el nervioso calor que pudiera sentir, acercándose al fin el encuentro con su amada. En el ojal, una rosa blanca enardecía su belleza
Ella, esperaba sentada en la arena, junto al mar. Su mirada se perdía en el infinito, embriagada por el devenir de las olas que se desvanecían bajo sus pies descalzos. La ligera brisa ondeaba su pelo, los últimos rayos de sol dibujaban en el suelo su sutil silueta... expectante, anhelosa...
Él llega al lado de ella, coge su la flor del ojal de su camisa y la coloca en el cabello de su amada, enardeciendo su belleza. Ella se levanta y une sus labios a los de él; no hubo alguna vez, beso más tierno, más cariñoso...
Dejó él las copas y la botella en el suelo, junto a la toalla donde estaba sentada ella, y pasearon por la playa cogidos de la mano. Conversaron largo y tendido, de un tema y de otro... se besaron, se abrazaron... Aprovecharon juntos las últimas horas de la tarde, disfrutando cada instante.
El colorido cielo dio paso a una plácida noche, la luna y las estrellas no quisieron perderse tan prometedora velada, y tornaron de alegría el oscuro firmamento con brillantes haces de luz. Ya en el punto de encuentro, él descorchó hábilmente la botella de Lambrusco, se sirvieron unas copas y brindaron por tan encantador momento.
Entre el deleite del chispeante elixir, se sucedieron besos y caricias, abrazos y miradas... El ambiente tomaba temperatura, la pasión se desencadenada entre ambos, sus cuerpos se buscaban... y se encontraban...
Suavemente, poco a poco, se despojaban de sus ropas... Piel contra piel, se enarbolaba la fogosidad del encuentro... El uno bebía de los labios del otro, el otro probaba el sabor del cuerpo del uno...
En el cielo, la luna y las estrellas eran fieles testigos del derroche de amor de la pareja. Se fundían sus almas en un ir y venir de caderas, un ardiente baile de placer que danzaban al unísono de sus enérgicos latidos. Se amaron... se gozaron...
... durante toda la noche...
... durante toda la vida.

Datrebil

lunes, 7 de julio de 2008

UNA ROSA BLANCA

Sin atreverme a decirte nada, pasaba frente a ti una mañana tras otra con la esperanza de que tus ojos bellos se clavaran en los míos, de que tus labios regalaran a mis ojos una hermosa sonrisa, aquella que tanto me gustaba y de la que un día me enamoré.
El tiempo pasó sin cambio alguno hasta que el destino cruzó nuestros caminos, un simple “hola” inició lo que es hoy para los dos una buena amistad, al igual que la semilla que siembra el laborioso jardinero para obtener la más bonita de las flores.
Aquel abnegado jardinero, con el cual me identifico, no dejó nunca de regar su preciada semilla. Ilusionado siempre, la cuidaba con mimo cada día esperando paciente que naciera la flor que alegrara su loco corazón. Le hablaba con galantería y con dulzura, para él lo merecía; no dejó de ofrecerle su cariño en sus gestos y en sus palabras, como quien ama por vez primera.
Disfrutó a su lado de espléndidos días soleados sin dejar en cada momento de atender su cometido, los rayitos de luz que recibía su sensible semilla eran para el jardinero motivos de alegría y satisfacción. Llegaron las lluvias y procuró que aquellas lágrimas divinas no oscurecieran su tierno corazón, mas aprovechara de ellas lo que de positivo traían para que creciera aún más enérgica y hermosa.
Brotó impetuosa una preciosa florecilla, una rosa blanca, símbolo de la paz espiritual y del amor platónico; fruto de la abnegación y la fidelidad de un corazón loco y de su preciada semilla. Una hermosa rosa blanca que dignifica a la amistad como el sentimiento más puro y claro, y el más trascendente que cualquier persona pueda llegar a alcanzar y sentir.
Arreciaron tormentas también, sí, tampoco se olvidaron de saludar a delicada florecilla; pero no pudieron con ella, pues el humilde jardinero se mantuvo a su lado sin desfallecer ofreciéndole el calor que necesitó, leal a su loco corazón. Aunque quisieron pisotearla y acabar con su belleza, nada ni nadie pudieron con ella, aún más fuerte se hizo; el jardinero siempre a su lado, para ofrecer sin medidas su devoto servicio.
Caerán los pétalos de tan hermosa rosa blanca con el irremediable paso del tiempo, mas no perderá su esencia, ni su belleza; pues aquella que nació de un sentimiento tan sincero nunca marchitará...
Te regalo ilusionado una preciosa rosa blanca, amiga mía, para demostrarte de este modo la bonita amistad que hoy nos une y que estremece mi alma día a día. Y deseando acérrimamente que perdure por siempre...
Es así que...
... siempre quedará la fragancia en las manos de aquel que repartió rosas...

Datrebil

jueves, 3 de julio de 2008

CELOS

Se esconden las estrellas y la luna como cada mañana, vuelve a salir el sol impetuoso, de nuevo otra vez, y pasa así otro día sin volverte a ver. La paciencia se me agota, me embarga la inquietud...
Siento celos del aire que respiras y que se cuela sigilosamente muy dentro de ti, aquel que te roba un suspiro con premeditación y alevosía cada vez que piensas en el afortunado ser que amas.
Siento celos de la liviana brisa que mueve tu cabello, el mismo que anhelan mis manos poder mesar sutilmente, dejando escapar entre mis dedos los delicados mechones de tu oscuro pelo tal como lo hace el agua de lluvia entre las grietas de las montañas y las rocas cuando corre en busca del riachuelo que la espera impaciente.
De la luz del sol que iluminan tus bellos ojos siento celos; pues ven tu alma mejor que nadie, descubren en tu mirada cuán pura y sana es. Aquella que baila con hadas y elfos a la luz de las luciérnagas en las noches estrelladas, espíritu divino que te lleva por el buen camino. Siento celos de los ojos que miran los tuyos y que se apoderan de la magia que desprenden con gran brillo. Y si lloran tus lindos luceros, Dios no lo quiera, siento celos de tus lágrimas que acarician tus suaves mejillas recorriendo con dulzura su triste destino.
No menos, siento celos de los labios que besan con mimo los tuyos, llevándose consigo la miel de la pasión que resbala de tu boca. Celos de los labios que absorben con descaro la preciosa sonrisa que esconde tras la comisura de tus labios, bella expresión que volvió loca mi cabeza y que enamoró a mi corazón. Santo y seña de la personalidad que te define es tu sonrisa, sensible y cariñosa, noble y simpática... celos siento de aquel que la recibe si no soy yo el agraciado.
Siento celos de las manos que acarician tu tersa piel, que te hacen estremecer con el mínimo roce. Dichosas manos que sienten la ternura de tu cuerpo, el calor desprendido por la exaltación del amor... de esas manos siento celos.
Sí, cómo no iba a ser así, siento celos del torso que oprime tu pecho en un conmovedor abrazo, símbolo del cariño, y que percibe el frenético latir de tu corazón. Cuerpo que se funde con el tuyo en uno solo ante la llama de la pasión... también de ti, cuerpo gozoso, tengo celos.
Celos y más celos siento del corazón que palpita al son del tuyo con cadencioso ritmo; aquel que marca el compás que siguen tus pasos en el romántico baile que puede llegar a ser la vida. Celos del corazón que absorbe tus sentimientos y los hace suyo, sin soltar alguno. Celos del corazón que robó el tuyo para hacerlo suyo, cerrando las puertas a cualquier otro.
Siento celos de todo cuanto te rodea, alma mía: del frío suelo que pisas en cada certero paso, del agua clara que bebes cuando estás sedienta, del carmín de tus dulces labios que engalanan tu sonrisa... hasta de la hermosa rosa blanca que tus finas manos con sutileza tocan...

Datrebil