Si hay algo que me estremece sensiblemente es oír pronunciar mi nombre de labios de una mujer... y más aún si son de los tuyos, bella flor. Suena tan delicioso con el timbre de tu voz, suave melodía que embriaga mis oídos y hace vibrar el corazón que llevo dentro. Es mi nombre en la comisura de tu boca el dulce caramelo que mis labios quieren probar, el tierno beso que anhelo con locura y quisiera robar de tus carnosos labios carmesí; alimento que saciaría el agonizante hambre de amor que sufro en silencio. Me llamas por mi nombre y se paraliza el tiempo, el mundo deja de girar... sólo se mueve la ligera brisa que trae tu voz hacia mí, que me acerca tu presencia que hasta te puedo sentir... incluso tocar sin haberte tocado...
Ahora bien, no hay placer mayor para un hombre que mencionar el nombre de una mujer y, muchísimo más si es el nombre de la mujer que ama. Cuando pronuncio tu nombre, mi rosa blanca, me sale de lo más profundo del pecho; es mi corazón quien lo grita con pasión y mis labios aquellos que suavemente lo canta para que llegue a tus oídos melódicamente lleno de dulzura. Sedosa palabra que endulza mi paladar, es la mejor canción... el alegre trino del pájaro soñador que vuela libre surcando vientos de esperanza y amor...
Ruidos maliciosos e insoportables aplacan su furia ante el brioso eco del nombre de una mujer que un hombre enamorado clama al cielo allá donde fuere. Es tu nombre, blanca rosa, los pasos de mi errante caminar, el son que marca los latidos de mi corazón... la sangre que recorre mis venas. Es el ángel que bate sus alas en mis sueños buscando cobijo en el arrullo de mi voz, que juega con las nubes de mis pensamientos e ilusiones... algodones de esperanzas y anhelos...
Acaricia mi alma pronunciar tu nombre, amiga mía, tu nombre de mujer... palabra que suena distinta en mis labios a cualquier otra. Lejos del vacío de muchas otras palabras, tu nombre envuelve multitud de sensaciones, de emociones... dibuja en mi rostro una sonrisa, ilumina de alegría mi clara mirada... me devuelve la vida cuando el último aliento se acerca ferozmente... Sólo oír tu nombre en el abrupto silencio que la sociedad rige, logra que me acuerde de ti, flor que el alba tintó de su color. En voces ajenas lo oigo y, aún así, me suena tan cercano, tan mío... tan tuyo... idéntico a tu nombre es el de otra mujer, mas en ella te veo a ti... Es tu nombre mi delirio, con el te tengo en mí...
Datrebil
Ahora bien, no hay placer mayor para un hombre que mencionar el nombre de una mujer y, muchísimo más si es el nombre de la mujer que ama. Cuando pronuncio tu nombre, mi rosa blanca, me sale de lo más profundo del pecho; es mi corazón quien lo grita con pasión y mis labios aquellos que suavemente lo canta para que llegue a tus oídos melódicamente lleno de dulzura. Sedosa palabra que endulza mi paladar, es la mejor canción... el alegre trino del pájaro soñador que vuela libre surcando vientos de esperanza y amor...
Ruidos maliciosos e insoportables aplacan su furia ante el brioso eco del nombre de una mujer que un hombre enamorado clama al cielo allá donde fuere. Es tu nombre, blanca rosa, los pasos de mi errante caminar, el son que marca los latidos de mi corazón... la sangre que recorre mis venas. Es el ángel que bate sus alas en mis sueños buscando cobijo en el arrullo de mi voz, que juega con las nubes de mis pensamientos e ilusiones... algodones de esperanzas y anhelos...
Acaricia mi alma pronunciar tu nombre, amiga mía, tu nombre de mujer... palabra que suena distinta en mis labios a cualquier otra. Lejos del vacío de muchas otras palabras, tu nombre envuelve multitud de sensaciones, de emociones... dibuja en mi rostro una sonrisa, ilumina de alegría mi clara mirada... me devuelve la vida cuando el último aliento se acerca ferozmente... Sólo oír tu nombre en el abrupto silencio que la sociedad rige, logra que me acuerde de ti, flor que el alba tintó de su color. En voces ajenas lo oigo y, aún así, me suena tan cercano, tan mío... tan tuyo... idéntico a tu nombre es el de otra mujer, mas en ella te veo a ti... Es tu nombre mi delirio, con el te tengo en mí...
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