viernes, 27 de junio de 2008

OTRO DÍA MÁS

Pasan los minutos, pasan... vuelan las horas, vuelan... y mis ojos cansinos no aciertan a dibujar tu sublime figura, anhelo de un divagante soñador que compara tu belleza con las estrellas. Con la mirada perdida en el horizonte... desesperado, ansioso espero tu hermosa sonrisa... luz de la mañana, de la noche su luna...
Pasa el tiempo y verte no consigo, tu ausencia se hace insoportable; días eternos, noches interminables... sin ti la vida carece de sentido. Te busco entre la gente, en cada rincón, en cada esquina, y nada... no apareces, no te encuentro. Ni siquiera sé si podré soportarlo más, la distancia perpetúa mi angustia, arranca cruelmente jirones de mi corazón sin remordimiento alguno, desgarra despiadadamente la faz de mi alma apenada... sosegadamente me mata, me muero sin consuelo.
Anhelo la liviana brisa que levantas cuando mesas tu delicado cabello y que acaricia mi curtido rostro con cuidadoso tacto, transportándome en una nube que pasea por el cielo; tal como una ligera pluma que divaga sutilmente arrastrada por el aire sin rumbo definido... Recuerdo afligido como se clava tu inocente mirada, dulce y afable, en lo más profundo de mi alma, en mi corazón rendido; cual se hunden las espinas de la rosa blanca en las manos del jardinero que la miman con cariño, que la cuidan con esmero... Añoro desalentado la preciosa sonrisa, cándida y tierna, que se escapa de tus labios, regalo de la sencillez y de la simpatía que bien te describen; como lo hace del vigoroso y brillante sol, el esplendoroso haz de luz que se cuela hábilmente por la ventana de mi habitación iluminando la fría cárcel de mis sentimientos... Otro día más sin verte, sin percibir tu cálida presencia... quimera de un vagabundo errante que deambula por los sinuosos senderos del olvido.
No atino a ver el día en el que se esfumen los fantasmas de tu ausencia, aquellos que sin remordimientos abatieron mis esperanzas condenándome al dolor y al quebranto de mi alma, y alcancen, por fin, mis ojos a distinguir tu silueta inconfundible, aquella que rompe las cadenas que unen el mundo real del imaginario fundiéndolos en un solo, liberándome del anhelo... del sueño jamás cumplido... rozar tus labios con los míos...
Castigo de mi sino fue cruzarme en tu camino, penitencia iracunda que tenerte no me permite... desdicha que corroe mis entrañas, que socava mi ser. Si es un pecado amarte, me dirijo feliz al infierno... sus llamas avivarán aún más, si es posible, la pasión que se vislumbra en mis ojos que lloran tu ausencia, colmados de amor, con derrotero incierto...

Datrebil

miércoles, 25 de junio de 2008

LA SONRISA DE UN ÁNGEL

Se advierte a través de la ventana una noche apacible, miro fijamente al cielo y veo en una brillante estrella a un ángel que le sonríe a la luna llena; me recuerda a ti... tan simpática, tan hermosa.
Cierro los ojos y empiezo a soñar, imagino que vuelo hasta ella, que la acaricio sutilmente. Juntos bailamos a son de una música celestial que proviene del más allá... donde cantan los luceros con la luna y el mar. Un paso adelante, otro atrás... medio giro y otro más... ella en mis brazos, yo en los suyos... zapatean los sentimientos... danza el amor...
Cadencioso arrullo de sus sedosas alitas, latir brioso de mi corazón loco... espiral de sensaciones, torbellino de ilusiones... Ángel de medianoche que socavas mi calma con la brisa enamorada del agitar de tus alas, nada evita la magia de este místico momento... en mis brazos te tengo, cuerpo endulzado por la miel del deseo, por el frenesí de la pasión... se funden en una sola tu alma y la mía... el abrazo del amor nos arropa sin pudor...
Sueño que no es un sueño, anhelo que sea un anhelo... ángel de mis nubes, espina de mis rosas blancas... que pasea por mi pecho, que en mi corazón se clava...
Abro los ojos y no noto tu presencia, me embarga el desconsuelo; desvanecido, entonces, cuando advierto la fragancia de la flor que, en mi almohada, un hermoso querubín dejó...
Hoy no luce el sol, siente envidia de tu risa que ilumina el día aún mejor; esta noche no brillarán la luna ni las estrellas, tienen celos de tu sonrisa... pues es la más hermosa que vi jamás...
Sonríe... no dejes de hacerlo nunca... la sonrisa rejuvenece el alma de aquel que la da y de quien la recibe...

Datrebil

martes, 24 de junio de 2008

POR TI

No existe el tiempo cuando estoy contigo, se detiene cuando habla mi corazón, invaden el aire las emociones. Tu mirada dulce se clava en mis tristes ojos, borra de mis labios toda palabra y un ligero temblor se apodera de mi cuerpo. Son mis ojos, entonces, los que expresan en sumiso silencio aquello cuanto quisieran decir mis labios; se pueden leer en ellos cuánto siente mi alma, desprenden los sentimientos que mi corazón ansía regalarte...
Nada tiene importancia teniéndote a mi lado, aunque sólo sea por un instante, como una estrella fugaz; sólo tú, nada más, se me olvida todo lo demás, el mundo deja de girar. El más liviano roce de tu piel me estremece el alma, la hermosura de tu inocente sonrisa me inunda de gozo, me llena de felicidad. Se confunden mis ideas, se esfuma la razón, aparece entonces la pasional cordura del loco, tan diferente a la locura del cuerdo, vaga e insensible. Sólo un pensamiento existe... tú, nada más que tú. Tú y yo, nadie más.
Agonizan mis castigadas manos por acariciar tu tersa piel, por hacerte sentir el calor de la pasión; perecen mis labios por besar tus dulces labios, por probar la miel que se escapa de tu boca; desfallece inevitablemente mi corazón por abrazar tu enorme y bondadoso corazón, por hacerlo suyo en cada vigoroso latido... Y muero yo, sí; me muero por tenerte cerca, por ser tuyo, por hacerte mía...

Datrebil

domingo, 22 de junio de 2008

EL MUNDO SE EQUIVOCA

Con un libro de poesía y una rosa blanca en la mano camino desorientado sin rumbo alguno, con la mirada perdida... con el corazón roto. En cada paso se ahoga un sueño, suspira un lamento; se muere una ilusión, renace el desconsuelo.
Miro al cielo resignado en busca de una respuesta, mas sólo consigo distinguir nubes que no me dejan ver el sol, cruel destino que desalienta mi vida. Fue mi pecado amarte y no tenerte mi penitencia...
Murmura la gente a mi paso, comentan que parezco un fantasma, un alma en pena... Quizá no les falte razón, siento que mi alma ya no está conmigo, que pasea por las nubes del desasosiego en fría soledad aferrándose al recuerdo y al anhelo... pudo ser y no fue, ni será...
Intento olvidarte con cada paso desvalido y parece que lo consigo; mil y un caminos se abren ante mí, la esperanza parece surgir. Pobre iluso, sólo son caminos que me traen irremediablemente tu recuerdo: el bello nombre de una calle que en mis labios suena a canto de ruiseñor, el color de una blusa que a través del escaparate llama mi atención, la canción que más te hizo bailar que suena en la radio de un automóvil que pasa veloz... Mil y un caminos, mil y un recuerdos.
Gélido mundo de imágenes y de personas, los que no conoces y los parece conocer, unos sin sentimientos y otros con demasiados; confuso corazón, hirientes sensaciones, ausencia desgarradora, alma etérea...
Desisto fatigado de mi errante caminar, me siento en un frío banco a solas con mi soledad. Con sutileza abro el libro, “Veinte poemas de amor y una canción desesperada” de Pablo Neruda, precisamente por el bello poema 19, capricho de mi sino, quizá. Más lejos de ayudarme a olvidar, a medida que lo leo me hace recordarte aún más y más, cada palabra, cada verso...
Piensa el mundo que se puede vivir sin amor, mas afirmo yo que el mundo se equivoca.
Melancólicas lágrimas recorren mis mejillas, despidiéndose de unos ojos tristes; a la par caen al suelo mustios pétalos de la rosa blanca, símbolo de la espiritualidad del amor concebido por Platón, que sujeta mi temblorosa mano, desvaneciéndose así su fresca hermosura...
Cae la noche, desafiante, con paso cansino vuelvo a mi casa, morada de suspiros y anhelos, pensando en un nuevo día que acabe con mi desdicha. Rendido a la evidencia clamo al cielo, a aquel que pasea por las nubes, que se apiade de mi alma, pues de mí ya no puede...

Datrebil

jueves, 19 de junio de 2008

QUISERA

Quisiera decirte tantas cosas y, sin embargo, no puedo. Mi corazón se muere por expresar aquello que callan mis labios y que mis ojos te gritan en sumiso silencio. Siento que mi pobre corazón no está contento con la vida que le tocó vivir, a pesar de poseer todo cuanto se necesita para poder ser feliz. ¡Qué se pare el mundo, me quiero bajar de él!
Cruel destino aquel que cruzó nuestros caminos sin ofrecernos, ni tan siquiera, un ápice de oportunidad al encuentro...
Podría decirte tanto con tan pocas palabras, ¡cuánto podría! Con una, quizá, me bastaría para reflejar mis sentimientos. Si tú supieras qué siente mi alma cuando advierte tu cálida presencia, y cuánto sufre al percibir tu fría ausencia.
Quisiera poder olvidarme de ti y, aún intentándolo, no lo consigo. No quiero seguir sufriendo por un imposible, ya no quiero. Me ahogo en el lamento, sin consuelo muero; mas sin saber qué hacer, prefiero morir a soportar lo que siento...
¡¡Te quiero, amor, a voces lo digo... a los cuatro vientos lo grito... al cielo clamo mi sentimiento!!

Datrebil

TÚ EN MÍ, YO EN TI

El sol reluce altanero con gran poderío, ofrece a la mañana que apenas abre sus ojos radiante luminosidad, alegría contagiosa y vigor latente. Trinan jubilosos los pájaros alardeando su preciada libertad, revolotean incesantes de rama en rama brindando contento a los frondosos árboles de cuyas verdes y frescas hojas caen cristalinas gotas de rocío. Se oye a lo lejos el inocente júbilo de niños gozosos que juegan incansables en el parque, corren tras una pelota emulando a sus ídolos futbolísticos. Las hermosas flores que aderezan las calles desprenden su embriagador aroma, regalan sus alegres colores a la vista de los transeúntes; belleza inusitada a la que, ni siquiera, las trabajadoras abejas, tan acérrimas a su labor, pueden evitar sucumbir.
Paradójicamente, tras una ventana se oye un lamento, el corazón loco de un muchacho llora desconsolado, yermo de amor. Busca desesperado una mirada cómplice que le ofrezca aliento y sentido a su incierto caminar, busca una delicada sonrisa que le devuelva raudo a la vida; aquella que pierde paulatinamente en fría soledad, ajeno a la belleza que lo rodea, distante a los sentimientos que enarbolan el alma. No conoció su cuerpo el roce tierno de la suave piel de una mujer, no recibió caricia alguna de tan bello ser; estéril de cariño, de afecto compartido, clama al cielo su infortunio. Solloza su corazón triste por no ser correspondido, por no conocer jamás el amor verdadero; abatido perece sin remedio, se ahoga en su lamento, gime sin descanso...
Confundido con las campanadas de la iglesia que entonan su apacible melodía, se distingue levemente un melancólico suspiro. Es el decaído corazón de una muchacha que expresa su tristeza sumida en su desdicha, inerme y sola. Caen desgarradoras lágrimas por sus tersas mejillas como afiladas cuchillas que afligen hiriente su alma vacía. Sucumbe su corazón maltrecho a la pena, a la amarga soledad; mustio queda sin consuelo anhelando un sentimiento que nunca llegó a experimentar, aquel por el que el mundo gira a pesar de todo... por el amor. Sus gélidos labios nunca sintieron la dulce sensación de un beso, no probó de labios de un hombre la miel de la pasión; aquella que deleitosamente seduce su alma, su cuerpo, su mente. Taciturna muchacha que siente como la flor de su corazón se marchita, que espera a un jardinero presuroso y dispuesto que no acaba de llegar y que, por tan cruel destino, ve como las agujas del reloj agotan inevitablemente el tiempo que le queda...
Tenebrosa noche se cierne en el pueblo, apenas se deja ver la luna entre las densas nubes, las estrellas se ocultan en la lúgubre oscuridad que se apodera de cada rincón. Arrecia copiosa la lluvia, las frágiles ramas de los árboles casi no soportan su fuerza; la tormenta azota todo cuanto afronta su paso, enojado el clima acaba virulento con la paz del lugar. No pueden ya soportar los frágiles pétalos de las flores tan fuertes sacudidas, se desploman resignadas al frío suelo; allí donde recorrerán su último camino, sin un cierto destino, arrastradas por la enérgica corriente de agua que cae calle abajo. No juegan los inocentes niños, ni salen mayores a divertirse; rompe la oscuridad los rayos que se dibujan en el negro cielo, los ensordecedores truenos desafían la calma. La tristeza eclipsa los sentimientos opuestos, se apodera ineludiblemente del pueblo, el ambiente se torna tenso y desolador.
Contradictoriamente, ante tanto estrépito clama un intenso sonido, provienen de dos cuerpos distintos aunque suenan al unísono tal como si fuera solo uno; no es sombrío, a pesar de lo que se pudiera presuponer, sino resuena a esperanza, a alegría, a amor, tal vez. Sí, es inconfundible, el sonido no es más que los latidos de dos corazones que armónicamente palpitan con brío por amor que los une. Es el corazón loco de un muchacho que dejó de llorar porque encontró una mirada cómplice, una delicada sonrisa; es el latir potente de un ser enamorado que grita al cielo su alegría. Es el corazón decaído de una muchacha que ha dejado de suspirar, pues al fin sus gélidos labios probaron de labios de su amado la miel de la pasión, que encontró al jardinero que regaría la flor de su corazón; es el recio latido de un ser enamorado que clama a los cuatro vientos su suerte. Juntos retan al temporal, afrontan las adversidades que se les presentan, desafían al tiempo que transcurre su camino paso a paso, sin remisión... juntos logran dar sentido a sus vidas, enderezan el rumbo de sus destinos; ya no son dos, sino uno...

Hay en lo positivo, algo negativo; y en lo negativo, algo positivo... dice la teoría del Ying-Yang.
Nada más cierto, pues. No queda más que buscar y valorar lo positivo que podemos encontrar en todo aquello negativo cuanto nos acontece; sin olvidar que, aunque todo sea positivo, debemos estar precavidos a lo negativo que pueda acaecer.

Datrebil