El cielo se torna gris, se oscurecen las nubes por las que paseas cuando perciben tu tristeza en el aire inmersa. Llega a su algodonada textura el estéril lamento de tu alma gemela que solloza mientras lee tus desgarradores versos, aquellos que expresan desvalidos sentimientos, sensaciones inermes que quiebran las esperanzas de bellos anhelos...
Se vuelve amargo el dulce sabor del algodón de azúcar que roza tus manos en cada paseo, se impregna de desilusión, de desamor, quizá... La cálida brisa que empuja suavemente esas nubes enamoradizas se hiela con la simple caricia de tu alma abatida, desencantada...
Ya no trinan los pájaros que vuelan entre las nubes por las que alegre paseabas, ni juegan con ellas, notan el desánimo que en su interior anida por verte infeliz. Resbalan frías lágrimas de las oscuras nebulosas, lloran tus penas y decepciones. Se desvanece ya el último rayo de sol que atraviesa tu dolorido pecho, se cierra a cal y canto, de nuevo, tu herido corazón... la impenetrable coraza lo envuelve presta, mas pese a quien cariño te tiene... y a su apenado corazón...
Se extingue la llama que en tu corazón prendió el amor, por desconfianzas o desilusiones, qué más da; unos que se fueron y otros no terminaron de llegar... se llevaron consigo la luz de tu mirar...
Quiebran en pedazos bellos anhelos en cada verso tuyo, llegan al firmamento tus sueños rotos... y consternan los ojos del loco que mira las estrellas desde el sur de nuestra tierra; ya no las ve brillar, perdieron su esplendor... se apagan contigo, mi afligida amiga...
Mas no lo permitirán mis nubes, alma de poeta... velarán por las cenizas que jamás se desvanecerán en tu cansado corazón, animarán con liviano viento el rescoldo que en él se halla para reavivar la llama de la ilusión y la esperanza, pues te mereces mucho y más... Llegará un cerrajero, un día, que con buen tino y merecimiento logre abrir el invulnerable candado que doblega a tu corazón... ya lo verás...
Mientras tanto, te tiendo mi mano amiga para acompañar tu errante caminar... mira al cielo cuando me necesites, pues en una nube, en una estrella, en la brisa de más allá... me encontrarás...
Datrebil
Se vuelve amargo el dulce sabor del algodón de azúcar que roza tus manos en cada paseo, se impregna de desilusión, de desamor, quizá... La cálida brisa que empuja suavemente esas nubes enamoradizas se hiela con la simple caricia de tu alma abatida, desencantada...
Ya no trinan los pájaros que vuelan entre las nubes por las que alegre paseabas, ni juegan con ellas, notan el desánimo que en su interior anida por verte infeliz. Resbalan frías lágrimas de las oscuras nebulosas, lloran tus penas y decepciones. Se desvanece ya el último rayo de sol que atraviesa tu dolorido pecho, se cierra a cal y canto, de nuevo, tu herido corazón... la impenetrable coraza lo envuelve presta, mas pese a quien cariño te tiene... y a su apenado corazón...
Se extingue la llama que en tu corazón prendió el amor, por desconfianzas o desilusiones, qué más da; unos que se fueron y otros no terminaron de llegar... se llevaron consigo la luz de tu mirar...
Quiebran en pedazos bellos anhelos en cada verso tuyo, llegan al firmamento tus sueños rotos... y consternan los ojos del loco que mira las estrellas desde el sur de nuestra tierra; ya no las ve brillar, perdieron su esplendor... se apagan contigo, mi afligida amiga...
Mas no lo permitirán mis nubes, alma de poeta... velarán por las cenizas que jamás se desvanecerán en tu cansado corazón, animarán con liviano viento el rescoldo que en él se halla para reavivar la llama de la ilusión y la esperanza, pues te mereces mucho y más... Llegará un cerrajero, un día, que con buen tino y merecimiento logre abrir el invulnerable candado que doblega a tu corazón... ya lo verás...
Mientras tanto, te tiendo mi mano amiga para acompañar tu errante caminar... mira al cielo cuando me necesites, pues en una nube, en una estrella, en la brisa de más allá... me encontrarás...
Datrebil