El cálido manto de la melancolía cubrió, de nuevo, mi alma mientras leía aquel poema. En cada verso se escapaba una ilusión, entre mis dedos la dulce esencia de la rosa se desvanecía… Con el corazón encogido, su recuerdo se hizo presente; secas lágrimas de anhelo y nostalgia asomaron a mis tristes ojos, dudosas entre bañar mi alma o humedecer mis mejillas, reflejo mismo de mi existencia: querer y no poder…
Pétalos versados me traían su silueta a mis torpes manos, afanosas por ofrecer una leve caricia. Aquella que dejara en mí la eterna fragancia de la rosa; la que perdura inquebrantable al inevitable paso del tiempo, a la agónica ausencia, a la indiferencia…
Evocaba el melancólico poema a la blanca rosa, mi musa, mi alma… mi amor. Nuevamente, mis sentimientos fluían encausados por mis venas, mi sangre los conducía hacia mi loco corazón vertiginosamente estremeciendo mi cuerpo, mi ser… - Se acelera el pulso, cada latido es aun más fuerte que el anterior, resurge el amor en él - quise pensar yo. Mas nunca dejó de amar, pues quien de veras ama, no deja de amar jamás; siempre acoge en el interior de su corazón el rescoldo del sentimiento que lo mantiene vivo.
Exaltaban sus versos mi sentir, mis pensamientos; aquellos que con sencillas palabras he expresado en poemas y en prosa: entendibles para algunos, no tanto para otros; afines a unos y opuestos a otros… No obstante, no dejan ser mis propios pensamientos reflejados de una forma personal, quizá; pero que, al fin y al cabo, no son más que mis sentimientos… para bien o para mal.
Ayer leí un poema, una caricia de la melancolía, que manifiesta mi sentir tal como si tras mirarme a los ojos hubiese advertido en mi transparente mirada aquello que mi corazón guarda custodiado por mi errante alma; aún sin haberme tenido, su autora, nunca delante suya. Del mismo modo que pareciera, incluso, que hubiera entrado en mis entrañas empapándose de mí para expresarlo luego en sus versos el sentir de mis sentires más profundos e intensos.
Es en él… en un poema que al leerlo, la melancolía me acoge en sus regazos y abraza mi alma, donde queda recogido mi ser y mi sentir…
Gracias, amiga, por tan hermoso poema.
Datrebil
Pétalos versados me traían su silueta a mis torpes manos, afanosas por ofrecer una leve caricia. Aquella que dejara en mí la eterna fragancia de la rosa; la que perdura inquebrantable al inevitable paso del tiempo, a la agónica ausencia, a la indiferencia…
Evocaba el melancólico poema a la blanca rosa, mi musa, mi alma… mi amor. Nuevamente, mis sentimientos fluían encausados por mis venas, mi sangre los conducía hacia mi loco corazón vertiginosamente estremeciendo mi cuerpo, mi ser… - Se acelera el pulso, cada latido es aun más fuerte que el anterior, resurge el amor en él - quise pensar yo. Mas nunca dejó de amar, pues quien de veras ama, no deja de amar jamás; siempre acoge en el interior de su corazón el rescoldo del sentimiento que lo mantiene vivo.
Exaltaban sus versos mi sentir, mis pensamientos; aquellos que con sencillas palabras he expresado en poemas y en prosa: entendibles para algunos, no tanto para otros; afines a unos y opuestos a otros… No obstante, no dejan ser mis propios pensamientos reflejados de una forma personal, quizá; pero que, al fin y al cabo, no son más que mis sentimientos… para bien o para mal.
Ayer leí un poema, una caricia de la melancolía, que manifiesta mi sentir tal como si tras mirarme a los ojos hubiese advertido en mi transparente mirada aquello que mi corazón guarda custodiado por mi errante alma; aún sin haberme tenido, su autora, nunca delante suya. Del mismo modo que pareciera, incluso, que hubiera entrado en mis entrañas empapándose de mí para expresarlo luego en sus versos el sentir de mis sentires más profundos e intensos.
Es en él… en un poema que al leerlo, la melancolía me acoge en sus regazos y abraza mi alma, donde queda recogido mi ser y mi sentir…
Gracias, amiga, por tan hermoso poema.
Datrebil